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viernes, 30 de diciembre de 2016

Los "Por Siempre" no existen.

Los “Por siempre” están diseñados para mentir. A la mala lo he aprendido.

¿Cuántas veces pensamos que esa persona estará ahí para nosotros?
Y no me refiero a –literal- una vida entera, bastaría con al menos la nuestra.

Muchas veces pensé que ya tenía amarrados a mis “Por Siempres”:
Esa mejor amiga que vivía a unas casas de la mía y que conocía desde los 6 años.
Esa tía que, sin importar la situación, siempre estaba ahí para mí con convicción y amor.
Pasión por mi trabajo que creía infinita y verdadera.
Y bueno, ni siquiera voy a mencionarlo a él, todos sabemos cómo terminó eso, (se quedó con el perro).

Pero de una u otra forma, la vida, el destino, Dios o como quieran llamarle se ha ensimismado conmigo en esa lección: “los Por Siempres no existen, disfruta y suelta”.

A pesar de que llevo años trabajándola a regaña dientes, cada día me duele más soltar, se me hace más cansado el proceso de asimilación, de replantear paradigmas, de respirar profundo deseando que con cada exhalación todo se borre y logre recuperar el aliento para intentarlo de nuevo.

Y es que, fuera de un tema de comodidad o rutina a veces se siente que el mundo gira tan rápido que debes amarrarte al piso, enraizar para no caer.

La única solución que encontré para evitar que esto de soltar se volviera un problema:
Dejar de sostenerme de cosas, de personas y acciones.
Aunque al principio era lo más obvio, la verdad ahora eso me da pereza y en lugar de un remedio se convirtió en un pesar.
Que hueva hacer vínculos sin sentimientos, que estrés decir que sí a todo y dejar de ponerle ganitas a las cosas, como dar besos sin ceder el aliento…

Ya vi que nunca voy a ganar esta partida. Seguiré perdiendo cosas cada día que pasa y muy pocas veces recibiré/encontraré cosas a cambio para llenar esos espacios de nuevo.


Me resigne a perder, más no a dejar de disfrutar.
Y ¡Puta madre!, ya verán cómo lo voy a disfrutar…




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