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miércoles, 3 de octubre de 2012

Reseña. Linkin Park en el DF.


Fecha: Viernes 14 de Septiembre. 
La experiencia: Inolvidable…

Llena de expectativas y energía, llegué por primera vez a dicho recinto para ver a una de mis bandas favoritas, no sólo durante mi adolescencia, si no de toda la vida ¡Linkin Park!

Salí corriendo de la agencia para llegar a tiempo al lugar. Saliendo del metro comenzaba la procesión hacía la Arena. Jóvenes, y no tan jóvenes caminábamos juntos con una sonrisa en la cara, ansiosos por ver a la banda norteamericana. Algunos por primera vez, otros después de 10 años de espera.

Por fin llegué al lugar y la mala organización se hizo notar de inmediato. No había filas concretas sólo multitudes alineadas en un laberinto de cabezas, gritos, banderas y playeras negras.
Después de una hora, comenzamos a entrar al lugar. La emoción de cruzar esas puertas de cristal y el impulso a correr por los pasillos de ese lugar se hacía más fuerte con cada paso.

Durante la espera, conocí a una gran variedad de fanáticos. Algunos tan pequeños que se me hacía imposible el pensar que en verdad conocieran tan bien como yo—, a la banda. Otros tan grandes que transmitían un sentimiento de añoranza de lo que fueron en esas épocas en dónde todo era tan fácil como gritar frente a un espejo, a un profesor, autoridad o mayor:
“Everything you say to me, takes me one step closer to the edge, and I'm about to break.”


Los empujones no se hicieron esperar, mientras las voces de los guardias de seguridad se oían cada vez más cercanas y preocupadas. La chica que estaba enfrente de mi tomo mi mano. –"¡Agárrame fuerte!". Me decía mientras me sujetaba con su mano derecha y con la izquierda a la persona que estaba enfrente de ella. Estábamos formando una línea fémina para poder cruzar por esa revoltosa multitud. Todas juntas, todas fuertes y todas unidas. No volví a ver a esa chica; pero por ese momento me sentía tan cercana a ella, como si nos conociéramos desde hace años.

Por fin lo logramos, estábamos en los torniquetes.
Escanearon, rayaron y cortaron nuestros respectivos boletos. Cruzamos los tubos de metal y por un instante me sentí de 16 años, corriendo por los pasillos y gritando ¡Voy a conocer a Linkin Park!


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